Seguro que estos días vas a notar cierto ‘bombardeo’ en los medios de comunicación sobre la festividad del Orgullo Gay. Madrid, Barcelona, Ibiza, Sitges, Torremolinos o la isla de Gran Canaria son destinos ‘gay friendly’ que ya quisieran otros países de nuestro entorno.
La capital de nuestra provincia, Valencia, está dando muestras de dejar atrás la política de indiferencia del anterior equipo de gobierno. Con todo, queda mucho por hacer.
Pero más allá de las reivindicaciones festivas, de las carrozas, las plumas, las discotecas de moda y cuerpos esculpidos en el gimnasio, el Día del Orgullo debe invitar a reflexionar sobre cómo afrontamos esta realidad en nuestro entorno. En la familia, en el trabajo, con los amigos, en la comunidad de vecinos o en uno mismo…
No cabe duda de que las grandes ciudades, con el anonimato, hace más fácil, para algunas personas, la convivencia en la diversidad y la igualdad, pero el peligro de vivir en un gueto es evidente. Afortunadamente, España y otros países que disfrutan de la cultura occidental, no sufren episodios de marginalidad y falta de derechos y libertades. Por desgracia, a unas cuantas horas en avión desde nuestras costas, dar un beso en la boca por la calle a una persona del mismo sexo está castigado. Por desgracia, también, las agresiones homófobas no las hemos olvidado.
No obstante, no hace falta coger un avión para ver lo que tenemos más cerca. Seguro que conoces a una persona en nuestro pueblo que lo está pasando mal, sabes que está señalada y no se atreve a dar un paso adelante y aceptarse tal como es. Pese a que la cabalgata de la Gran Vía madrileña no pasa por San Antonio de Benagéber, sigue siendo necesario que estemos atentos a lo que tenemos más cerca.
Y recuerda que cuando alguien te suelte eso de «no, si a mi me da igual, yo tengo muchos amigos gays o amigas lesbianas», lo mejor es decirle «no, perdona, tu tienes amigos o amigas, sin etiquetas«.